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viernes, 17 de febrero de 2012

Adiós

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El viento helado de invierno se colaba por las ventanas abiertas. Ni siquiera las cortinas medio caídas lograban frenar su gelidez, que parecía aún mayor.
Todas las luces se encontraban apagadas, el piso estaba completamente a oscuras.
La puerta seguía medio abierta, todo estaba exactamente igual que hacía unas horas.
Todo, menos él. Él estaba acurrucado en un rincón del enorme salón, murmurando delirios raramente comprensibles. La mirada la tenía perdida y su cabeza se apoyaba sobre sus brazos. Parecía llevar mucho tiempo así.
En su mente, uno a uno, se sucedieron los recuerdos de esa misma tarde. Los horribles recuerdos, malditos recuerdos…atormentantes recuerdos.
Ahora más que nunca se daba cuenta de lo que había estado haciendo durante tanto tiempo.
Nunca le había parecido extraño el haberla golpeado, podía ser excusado con que ese día llevaba una o dos copas de más. El primer día sirvió…pero sucedieron demasiados días como ese. Y no era la vida que ella quería, desde luego.
La culpa lo carcomía por dentro, lo abrasaba. Cada vez era más consciente del daño que le había provocado a la persona que más amaba en este mundo.
Tal vez si no hubiera caído en las adicciones…todo hubiera sido diferente…
Tal vez…si no hubiera probado esa pastilla…no habría comenzado a desenvolverse esa situación.
Ahora que se encontraba completamente solo podía analizar la situación.
Sólo sacaba una conclusión… que no podía vivir sin ella. El recuerdo de su melena color carbón desapareciendo tras la puerta movida suavemente por el viento intensificaba aún más su agonía.
De sus labios, entre gemidos y lágrimas surgió, claro y tembloroso, como un suspiro anhelador.

-          'Clara…No te vayas…'

Retazos de esperanza

El batir de unas grandes alas era todo cuanto escuchaba.
El viento acariciando su piel era lo único que sentía.
La inmensidad del cielo en todo su esplendor sólo podía ver.
Y con las puntas de sus dedos rozaba las nubes.

Era demasiado increíble aquel sentimiento. Era tanta la libertad...que lograba embriagarla. Nada más había que un sueño, un sueño...
Un simple sueño.

El despertador la sacó de su perfecto mundo, de su maravilloso vuelo por el cielo abierto. Pero ella desde el principio sabía que por el momento, sus sueños eran mentiras, meras ilusiones de su joven mente.
Pero...al mismo tiempo, deseaba tanto que fueran reales esas "mentiras"...

Poco importaba lo que dijera su madre, poco importaban los demás.

Pues sus sueños eran mentiras...por ahora.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Gotas

La puerta se fue abriendo poco a poco. Un rayo resonaba violentamente. Casi a su misma velocidad, los dos entraron en la estancia, sorprendidos por la violenta y repentina tormenta que se había desatado en cuestión de escasos minutos. Él ya sabía perfectamente que había un especial riesgo de tormentas veraniegas en aquellos días, pero no quiso contar nada a su amiga.
Ella se retiró la chaqueta, lo contempló y comenzó a reir sonoramente. Desconcertado, el joven la miró parpadeando rápidamente. Aún sin saber muy bien por qué, comenzó a reirse igualmente. Una simple tontería bastaba para ser objeto de unas cuantas risas tampoco sin mucho sentido.

El chico ofreció su cuarto a su invitada para que ésta pudiera cambiarse de ropa.
Mientras tanto, él se desprendió de su camiseta poco a poco. Seguidamente, procedió a secarse sus despeinados cabellos negros con una toalla que había extraído previamente del armario.
Mientras se secaba, pudo divisar tras el espejo una figura que pasaba como un rayo a una y otra parte del pasillo. Sorprendido, se frotó los ojos para cercionarse de que no era un sueño.
A los escasos minutos, parte de esa figura parecía observarlo tímidamente escondida junto al marco de la puerta.
El chico se dio la vuelta, viendo frente a sí a su amiga.

Ella presentaba un sonrojo en su rostro aún mojado. Pequeñas gotas de agua caían al suelo desde las puntas de su melena de rizos pelirrojos; sus ojos, de un tono verde marino, estaban entrecerrados a causa de la timidez que la invadía. Adoptaba una postura tímida y un tanto infantil. Desde el primer instante su amigo se había fijado en el detalle que solamente vestía una camiseta larga que él le había prestado, su ropa interior y unos calcetines de él que le sentaban un poco largos, por lo que se prolongaban hasta bien pasados los tobillos.

-¿S-sora?-titubeó él.

-Esto...Cris...M-mis pantalones también estaban mojados- respondió la mencionada con un hilo de voz.

-No creo que...ninguno de los míos te estuviera bien-balbuceó Cris.

El ambiente se notaba ciertamente raro. Una oleada de emociones comenzaba a cruzar violentamente el pasillo del piso superior de la vivienda. Los pasos de él hacia ella eran presagio de sentimientos que se encontraban. Ambos sabían lo que sentían por el otro. Ambos sabían que aquel beso en el que habían comenzado a fundirse, no sería un simple beso.

Era ya la hora del crepúsculo estival. La pareja se encontraba sobre la fresca hierba del jardín. El pequeño cuerpo de la joven Sora reposaba entre los brazos de un emocionado Cris, el cual aún no sabía si estaba soñando o no.
Su mirada se perdió en la inmensidad del cielo rosado.
Ella, al notarlo, levantó la vista.

-¿Pasa algo?
-Hmmmm....Dime que no eres un sueño-respondió él inseguro.

Como respuesta, recibió un beso, algo tímido, pero sincero.
Esa era la respuesta que Cris quería oir.
Y estrechó sus brazos en torno a ella, tal vez por miedo a que sí fuera un sueño. Tal vez, por el miedo que tenía a perder lo más preciado de su mundo.

sábado, 21 de enero de 2012

Carta a mi muerte

21 de Abril de 1942

Querida mía:
A mi vejez me aproximo,
bien lo sabes.
Temo por el destino
es uno de mis pesares.

Con los versos que me han hecho comenzar
no quiero, ni mucho menos aparentar
más cultura de la que mis difuntos padres me pudieron dotar.

No soy nadie extraordinario.
Soy, solamente, un periodista de diario local,
con tendencia a ser retórico
y a los políticos criticar.

Soy más bien testarudo,
un tanto cascarrabias,
amigo de ladrones concienzudos.
No pido nada,
solo felicidad.

Tan sólo un futuro para ella;
aún es joven y va a la escuela.
Y es aún mayor que su padre
su talento con las letras.
Luz María su nombre,
el nombre de mi estrella.
Mujer más hermosa
que se asemeja a la grácil mariposa.

Y otro futuro para otra mujer,
mi fiel compañera.
Laura tiene por nombre,
es extraordinariamente bella.

Querida amiga,
amiga muerte,
quítame la vida.
Pero nada le quites
a esas dos mujeres.

domingo, 15 de enero de 2012

Día

Lunes...
Me despierto, es la hora de siempre. Está nublado, como de costumbre en mi Londres, nuestro Londres. Abro la puerta que conduce a nuestro baño. Me ducho rápidamente, no tengo todo el tiempo del mundo.
Camino por el pasillo hacia la cocina, procurando no despertar a nuestra pequeña. Tan sólo tiene seis años.
En la cocina pongo las dos rebanadas de pan en la tostadora, saco la mermelada y la leche.

La cafetera hace su trabajo mientras me dirijo de nuevo a nuestro cuarto, a despertarte. Pero te malhumoras por haberlo hecho cinco minutos antes de la hora habitual. Callo simplemente.

Cada día es exactamente igual al anterior, no se observa nunca ningún tipo de variante en nuestra vida diaria.
Tú trabajas, yo cuido de la pequeña y de nuestro céntrico piso. Hago la compra diaria, cumplo tus recados y hablo por teléfono con quien tengo que hablar.
Salgo lo justo y lo necesario, nada más allá de llevar a Katerine al colegio, de ir al mercado y poco más.
Desde nuestro matrimonio...todo me parece igual.

Y Jack...Yo no quiero vivir así.
Por eso estoy escribiendo estas líneas sobre un cuaderno del colegio de Katherine. Por eso he hecho la maleta mía y de la pequeña. Nos vamos, aún no sé muy bien a dónde. Pero...nos vamos.

Adiós, amor mío.