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miércoles, 1 de febrero de 2012

Gotas

La puerta se fue abriendo poco a poco. Un rayo resonaba violentamente. Casi a su misma velocidad, los dos entraron en la estancia, sorprendidos por la violenta y repentina tormenta que se había desatado en cuestión de escasos minutos. Él ya sabía perfectamente que había un especial riesgo de tormentas veraniegas en aquellos días, pero no quiso contar nada a su amiga.
Ella se retiró la chaqueta, lo contempló y comenzó a reir sonoramente. Desconcertado, el joven la miró parpadeando rápidamente. Aún sin saber muy bien por qué, comenzó a reirse igualmente. Una simple tontería bastaba para ser objeto de unas cuantas risas tampoco sin mucho sentido.

El chico ofreció su cuarto a su invitada para que ésta pudiera cambiarse de ropa.
Mientras tanto, él se desprendió de su camiseta poco a poco. Seguidamente, procedió a secarse sus despeinados cabellos negros con una toalla que había extraído previamente del armario.
Mientras se secaba, pudo divisar tras el espejo una figura que pasaba como un rayo a una y otra parte del pasillo. Sorprendido, se frotó los ojos para cercionarse de que no era un sueño.
A los escasos minutos, parte de esa figura parecía observarlo tímidamente escondida junto al marco de la puerta.
El chico se dio la vuelta, viendo frente a sí a su amiga.

Ella presentaba un sonrojo en su rostro aún mojado. Pequeñas gotas de agua caían al suelo desde las puntas de su melena de rizos pelirrojos; sus ojos, de un tono verde marino, estaban entrecerrados a causa de la timidez que la invadía. Adoptaba una postura tímida y un tanto infantil. Desde el primer instante su amigo se había fijado en el detalle que solamente vestía una camiseta larga que él le había prestado, su ropa interior y unos calcetines de él que le sentaban un poco largos, por lo que se prolongaban hasta bien pasados los tobillos.

-¿S-sora?-titubeó él.

-Esto...Cris...M-mis pantalones también estaban mojados- respondió la mencionada con un hilo de voz.

-No creo que...ninguno de los míos te estuviera bien-balbuceó Cris.

El ambiente se notaba ciertamente raro. Una oleada de emociones comenzaba a cruzar violentamente el pasillo del piso superior de la vivienda. Los pasos de él hacia ella eran presagio de sentimientos que se encontraban. Ambos sabían lo que sentían por el otro. Ambos sabían que aquel beso en el que habían comenzado a fundirse, no sería un simple beso.

Era ya la hora del crepúsculo estival. La pareja se encontraba sobre la fresca hierba del jardín. El pequeño cuerpo de la joven Sora reposaba entre los brazos de un emocionado Cris, el cual aún no sabía si estaba soñando o no.
Su mirada se perdió en la inmensidad del cielo rosado.
Ella, al notarlo, levantó la vista.

-¿Pasa algo?
-Hmmmm....Dime que no eres un sueño-respondió él inseguro.

Como respuesta, recibió un beso, algo tímido, pero sincero.
Esa era la respuesta que Cris quería oir.
Y estrechó sus brazos en torno a ella, tal vez por miedo a que sí fuera un sueño. Tal vez, por el miedo que tenía a perder lo más preciado de su mundo.

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